Bajo La Rosa

Por Jorge A. Rosas

En la antigua Roma, cuando había una reunión y en la puerta de la entrada se colgaba una rosa, los temas tratados eran confidenciales. (sub rosae)

  • Los contrapesos y el espejismo de las redes sociales en la política mexicana.

Desde hace unos años para acá el creciente uso de las redes sociales en México abrió un nuevo nicho que poco a poco, y no con poco descalabros, ha ido formando parte de la actualidad de nuestra clase política e instituciones gubernamentales y se ha convertido ya en una nueva vía de comunicación con la ciudadanía.

Aunque hoy pareciera parte cotidiana de nuestra vida, la interacción social con actores políticos, ayuntamientos, gobiernos o dependencias ha sido vertiginosa, hace poco más de 10 años pocos eran los políticos que se atrevían a abrir cuentas en las redes sociales, y menos aún, las instituciones públicas o de gobierno las que aprovechaban esa ventana que representaba contar con un medio de comunicación que permitía por primera vez la interacción directa con los gobernados.

Recuerdo que por allá del 2006, siendo jefe de comunicación social de un ayuntamiento del Valle de Toluca tuve la osadía de abrir una página de Facebook “oficial”, que si bien, a muchos pareció no interesarles al principio, sí permitió ir conociendo lo que hoy es una herramienta que resulta de mucha ayuda siempre y cuando se utilice de manera adecuada.

En el 2009, en otro municipio, también del Valle de Toluca, seguí con mi aventura personal e institucional de aprender a manejar las nuevas redes sociales que surgían a la par del Facebook e inicié mis primeras aventuras en twitter, con el Jesús en la boca cada que contestaba un mensaje, una mención o una etiqueta, porque sabía la responsabilidad que recaía en cada una de las palabras que manejaba.

Como todo, aprendí a sobrellevar las cuentas que sólo atacan, a las que siempre preguntan sobre todo, a las que cuestionan y a las que simplemente son testigos de lo que un gobierno o un político tiene que decir.

Aprendí también que el enorme poder de las redes sociales crecía y también, con ello, la oportunidad para que todos pudieran opinar sobre cualquier tema, para criticar sin mayor sustento de un “dicen por ahí”, hasta aquellos que con erudición requieren datos que obligan a quienes están atrás del manejo de una cuenta, a estudiar y a capacitarse para no decir tonterías a nombre de una institución o de un personaje público.

Con el creciente poder de las redes surgieron también los llamados “influencer” que por la cantidad de seguidores que tenían aprendieron a vender sus interacciones o simplemente a comprar el principal peligro que representan también el uso de las redes sociales; el espejo mágico de sentir que cada cosa que tuiteamos o posteamos debe de tener en nuestro seguidores un inmediato impacto comunicacional.

No es de extrañar que algunos políticos hayan mudado sus mejores declaraciones a un simple tuit o publicación antes que dar una declaración a la prensa y que otros tanto prefieran ni siquiera abrir una red social por temor a la interacción directa con la sociedad.

Este proceso comunicacional revolucionó también los contrapesos políticos, porque la misma ciudadanía aprendió a utilizar las redes sociales como la principal herramienta para cuestionar a los gobiernos, para denunciar sus abusos o sus fallas.

Así cualquiera con acceso a una cuenta en redes pudo contestar “directamente” al comentario del presidente, del gobernador o del ayuntamiento, la voz digital nos “empoderó” y hoy el internet es la principal fuente de información de una generación que ha venido creciendo con estas herramientas.

Pero cada poder tiene un precio, y así pasó con los redes sociales, porque a la par que los gobiernos asumían esta nueva forma de comunicación social, también crecían aquellos que vendían sus comentarios, el número de seguidores y el uso de cuentas “automatizadas” para generar esa falsa fuente de poder.

El expresidente de México, Enrique Peña Nieto fue de los primeros en sufrir el uso de las redes y en entenderlas demasiado tarde, aquel lapsus en la Feria del Libro en donde no fue capaz de nombrar tres libros que marcaron su vida fue el primer ejercicio de impacto que el internet tendría en la administración pública del país y que desde entonces ya ha cobrado a decenas de políticos que son exhibidos en redes con justa razón.

Al principio, la oposición vio aquí un caldo de cultivo perfecto que a lo largo de estos años supieron aprovechar para permear su mensaje y lograr el triunfo de Andrés Manuel López Obrador.

Nadie mejor que quienes era opositores al gobierno para aprovechar el poder extensivo que adquirieron en el ciberespacio.

Pero ese mismo poder, también se ha convertido en estos primeros 100 días de gobierno en su talón de Aquiles, ha sido a través de las redes sociales dónde ha surgido lo más fuerte y complicada oposición, hoy no han sido ni el PRI, ni el PRD los que llevan la agenda opositora.

Son miles de ciudadanos, medios de comunicación e instituciones las que todos los días abren frentes ante las decisiones de gobierno, las redes dejaron de tener una sola dirección y quienes eran los grandes maestros en el uso de ellas hoy se están convirtiendo en sus principales víctimas.

Quienes exigían a gritos la libertad de expresión, quienes cuestionaban a todas horas las acciones de gobierno hoy se están dando cuenta que las redes sociales son un buen contrapeso al poder, que nos guste o no, implican un reto para la interacción entre el gobierno y sociedad.

Hoy los políticos, gobernantes y comunicadores tenemos que entender que abrir un espacio de comunicación nos da oportunidad de generar audiencias e incluso de dar voz a nuestros errores, aciertos y prejuicios, pero también da la oportunidad de que otros emitan sus opiniones y nos dejen en claro que no son las mismas que las nuestras.

Benditas redes sociales…

jorge.rosas.cuenca@gmail.com
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