Bajo La Rosa

Por Jorge A. Rosas.

En la antigua Roma, cuando había una reunión y en la puerta de la entrada se colgaba una rosa, los temas tratados eran confidenciales. (sub rosae)

  • La sociedad civil, un nuevo contrapeso.

Han pasado casi 300 días desde aquél primero de junio en donde la mayoría de los electores que acudió a las urnas decidió apoyar por primera vez en la historia de México a un partido político con ideología de “izquierda” para que llegará por primera vez al poder.

Con esa abrumadora mayoría de electores, los dos partidos que desde hace varias décadas habían sido quienes habían detentado el poder, no sólo perdieron la presidencia de la República, sino además, varias posiciones políticas que históricamente habían ocupado.

Con una cascada de votos a favor de los candidatos del partido Movimiento de Regeneración Nacional, varias gubernaturas, diputaciones federales y locales, así como ayuntamientos que jamás habían pertenecido a otros partidos políticos se pintaron del color de la “esperanza” y en algunos casos tanto el PAN como el PRI en legislaturas locales pasaron de ser de actores a simples invitados con escasa representación.

El problema para esos partidos políticos, y aquí incluyo también al PRD, no fue solamente una derrota electoral y un desastroso resultado, sino que además, sus dirigencias nacionales y estatales simplemente nunca supieron salir a tiempo para mantener una agenda mediática coherente que al menos peleara ante el discurso público un momento de atención hacia sus filas.

Y la historia ha seguido así desde el pasado primero de junio, en donde sólo ha habido un personaje que dicta la agenda política y social de México y que incluso cada mañana sale en cadena nacional a opinar sobre todo tema, pero sobre todo, a dirigirlo de acuerdo a lo que le conviene.

Así los “tradicionales” partidos políticos pasaron a convertirse en meros reaccionarios de la información pública, no dictan la agenda, contestan a ella, en eso, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha sabido, al menos, seguir actuando como lo ha aprendido a lo largo de décadas basado en un discurso que domina, el de la confrontación.

Al menos a mí me sorprende de manera extraordinaria que el PRI no haya podido articular una posición correcta de oposición y de desmarque de las actuales acciones en las que el gobierno se ha equivocado, por el contrario, parece sumarse a ellas y hasta las ha respaldado con el voto de algunos de sus diputados.

Hoy son escasos actores políticos priistas y panistas que salen en redes sociales a “responder” sobre los temas que el presidente y el partido en el poder manejan.

Se han convertido en una oposición replicadora del mensaje presidencial aún sin quererlo.

Antaño, tanto el PRI como el PAN solían tener excelentes elementos capaces de forjar agendas mediáticas y generar una comunicación sólida con los electores y su propia militancia, sabían crear audiencias para llevar su mensaje y no necesariamente respondían a lo que la agenda pública dictaminaba en ese momento.

Recuerdo por ejemplo al priismo mexiquense del año 2000, quien luego de perder por primera vez una elección presidencial y haber sufrido estrepitosas derrotas en el llamado “corredor azul” del Valle de México, supo cambiar su mensaje a los mexiquenses y recuperarse tres años después.

Sin embargo hoy que el PRI busca reagruparse mientras enfrenta un proceso de selección de dirigente a nivel nacional y en el Estado de México, que pese a lo que se diga, no ha terminado ni siquiera de llamar la atención hacia el interior de su militancia, y que por otro lado siempre significa también un proceso que obliga siempre a la operación cicatriz.

Abrir en este momento la elección de sus dirigencias pareciera ser un buen mensaje de un partido democrático y abierto a la voz de su militancia, pero en el fondo las prácticas siguen siendo las mismas, lo que desacredita por sí misma la narrativa que quieren colocar.

No se puede hablar de un nuevo comienzo cuando son los mismos actores quienes llaman y califican el proceso.

Por eso hoy, a casi 300 días de una jornada electoral, el principal contrapeso de un gobierno que parece tener un poder casi ilimitado ha surgido desde grupos de la sociedad civil, quienes se han convertido, a través de las redes sociales, en la primera línea de cuestionamiento.

Sí, la misma fórmula que Andrés Manuel López utilizó en la última década para criticar y posicionar su discurso es hoy el arma de doble filo que se ha convertido cada mañana en el principal inquisidor del discurso presidencial pese a las legiones de simpatizantes que desde siempre han apoyado su proyecto.

Celebro este ejercicio, aunque también cuestionó que a lo largo de todo este tiempo la oposición representada en la figura de partidos políticos no haya podido generar, a excepción de pequeños resquicios de figuras políticas, una agenda que no sólo cuestione lo que propone el presidente.

Hoy a la democracia le urge una oposición fuerte, que al menos en el discurso compita con el poder legislativo y de representación que Morena tiene en todos los frentes.

No olvidemos que a partir de este año, no sólo los recursos económicos que posee el partido en el gobierno serán casi el triple con los que contaba, sino también los tiempos oficiales que poseen para poder anunciarse en radio y televisión.

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