
Marchas van, marchas vienen. Pancartas arriba, pancartas abajo. La comunidad universitaria de la UAEMéx sigue movilizada, mientras los edificios continúan cerrados, los salones vacíos y la educación suspendida en una especie de limbo político-universitario que ya raya en la tragicomedia.
Pero lo más cínico de todo es que la parálisis institucional solo le conviene a una persona (o mejor dicho, a un grupo): al régimen que se fue. Sí, ese que encabezó el hoy difunto políticamente (aunque aún operante desde las sombras) Carlos Eduardo Barrera Díaz, quien renunció al cargo de rector solo para que nadie le echara jitomatazos directos y así tener tiempo para maquillar su fracaso y asegurar que su grupo siga mandando como si nada hubiera pasado.
Y para lograrlo, ¿a quién dejaron en el timón? Pues a Isidro Rogel, un supuesto “encargado de despacho” que más bien parece encargado de mantener los privilegios, de administrar el caos con eficiencia quirúrgica y de simular que todo es parte de un orden institucional impecable. Porque si alguien pensaba que Isidro llegó para destrabar la crisis, ya puede sentarse a esperar: vino a ganar tiempo. Punto.
Este supuesto “paro estudiantil indefinido” —que nació con demandas legítimas— hoy parece más bien una cómoda estrategia para lavarle la cara a Barrera Díaz y evitar que el control cambie de manos. Un paro útil, funcional… pero no para los estudiantes, sino para la cúpula dorada que se niega a liberar a la universidad de su secuestro histórico.
Ya se renunció el rector, ya se cayó la “candidata oficial”, y muchas de las demandas del pliego ya se han atendido (o al menos eso dicen los comunicados con emojis institucionales sobre el diálogo con estudiantes). Entonces, ¿qué estamos esperando?
URGEN DOS VOTACIONES
Primero, una votación por facultad y preparatoria para saber si el paro sigue teniendo sentido o ya se convirtió en un sinsentido útil para los de siempre. Porque si ya no hay razones académicas y lo que queda son imposiciones imposibles, entonces el paro dejó de ser herramienta de presión y se volvió instrumento de manipulación.
Y segundo, la votación para definir, de una buena vez, quién ocupará la rectoría. Ya basta de encargos “interinos”, simulaciones y dilaciones diseñadas para conservar las oficinas, los presupuestos, los cafecitos de protocolo y el poder tras bambalinas.
Y sí: sería deseable que quien encabece la UAEMéx sea una mujer. No solo por un acto de justicia de género, sino porque es hora de romper con los mismos apellidos, las mismas redes y los mismos pactos de impunidad que tienen décadas oxigenándose entre ellos.
La universidad no puede seguir siendo el botín de unos cuantos mientras las y los estudiantes pierden semestres, oportunidades, futuro. Ya es hora de que se levanten los paros, se abran las aulas, se devuelvan los espacios al conocimiento y no a los operadores políticos del pasado.
Porque la UAEMéx merece una rectoría, no una recámara de control político.
Y si algo urge más que un Potrobús… es una sacudida a fondo. Una verdadera.