
Por más que se esfuerce, Cristina Ruiz no logra que sus críticas a Morena no le exploten en la cara como chistes malos de cantina. La presidenta del PRI en el Estado de México se lanzó con dramatismo tricolor a cuestionar el nombramiento de Carlos Iriarte como cónsul en Boston, indignada porque ¡ay no, qué escándalo! la 4T está premiando a un expriísta con un cargo diplomático.
Sugiere Cristina Ruiz, los verdaderos afectados son “los militantes de Morena, los de a pie”, los que “se fajaron en campaña” y a los que “no los invitan ni al café”. ¡Qué sensibilidad social tan desarrollada! Lástima que no la aplique en casa.
Porque si de militantes maltratados hablamos, que se arme la rueda de prensa con los priístas del Edomex que se quedaron vestidos y alborotados en 2024. Ya ni siquiera hablamos de que les negaron cargos públicos; les negaron hasta las candidaturas.
Que alguien le pase el micrófono a David Parra Sánchez, en Naucalpan, quien trabajó como si tuviera garantizada la candidatura… hasta que le avisaron que no, gracias, que mejor no saliera ni a volantear.
Que le pregunten a Braulio Álvarez Jasso, el operador de mil batallas en Toluca, quien de tanto cargar la estructura acabó con hernia política.
Y ni qué decir de Paola Jiménez, quien apenas rindió protesta como diputada y ya tenía las maletas listas para irse del partido. A ese nivel de “reconocimiento” ha llegado el priismo mexiquense.
¿Y Ernesto Nemer Jr.? Lo mandaron al fondo de la fila, justo detrás del olvido. Si eso le hacen a los que tienen apellido, experiencia y votos, ¿qué le espera al militante raso al que Cristina Ruiz dice defender con tanto ahínco? ¿Un folleto y una gorra?
Y si tanto dice Cristina Ruiz que el PRI debe reconocer a los militantes que sí trabajan, lo mínimo que pudo haber hecho es ceder su lugar en la dirigencia estatal a alguien con trayectoria y resultados reales, como Mario Santana, que no ha perdido una elección en tres décadas. Pero no. En vez de premiar a quien tiene trabajo probado, prefirió buscar el respaldo de Alejandro Alito Moreno, luego de los desastrosos resultados del Edomex, donde el PRI apenas ganó 20 de 125 municipios. Sí, veinte y de los chirris.
Por eso, lo verdaderamente curioso no es que Morena nombre a un priísta. Lo irónico, lo tragicómico, lo típicamente priísta, es que el PRI no nombre a los suyos.
Así que antes de señalar al otro lado de la calle, la dirigencia tricolor debería mirar la tormenta que tiene en casa. Arreglen su desorden interno, denle lugar a sus cuadros de base, respeten a los que hacen campaña con el corazón (no con la chequera), y entonces –y solo entonces– tal vez puedan subirse al pedestal a hacer señalamientos.
Mientras tanto, lo único que revela esta crítica de Cristina Ruiz no es la supuesta hipocresía de Morena… sino la profunda amnesia institucional del PRI.
Porque, al parecer, a sus militantes les toca poner el alma y recibir limosnas. Y si protestan, que se vayan a hacer campaña a Boston… si los invitan.