Agua, ejemplo de bien común

Pouring water from bottle into glass on blue background

El agua es un ejemplo de bien común, definido como un bien compartido y de beneficio para todos los miembros de una comunidad, pero también es buen ejemplo para ilustrar la desigualdad social, los problemas de gobernanza y la forma en que se usa a la naturaleza, sin reconocer que del agua depende la vida en el planeta.
Así lo sostuvieron especialistas de la Red de Ecología, en el marco del 10º Congreso de la Asociación Mexicana de Estudios Rurales, que tuvo como sede la Universidad Autónoma del Estado de México.
Ante investigadores, académicos, productores, organizaciones sociales y alumnos que se dieron cita en este ejercicio académico, Indra Morandín Ahuerma y Armando Contreras Hernández dictaron la Conferencia “El agua y la sustentabilidad, una visión desde la transdisciplina”.
Hablaron de la situación del agua en materia de gestión presionada por la agricultura industrial, la ganadería intensiva, la producción de energía, los usos industriales y el consumo humano.
Esta grave situación, afirmaron los especialistas, ya es señalada por organismos internacionales como la UNESCO, como una “crisis del agua”, por la contaminación de los flujos superficiales y el incremento en la utilización de aguas subterráneas.
Indicaron que muchos de estos acuíferos no son renovables y se corre el riesgo de su agotamiento; además, comentaron datos que citan la relación que existe entre el agua y el cambio climático, con lo cual se aumenta la vulnerabilidad de los pueblos más rezagados y cuestiona las prácticas de las economías poderosas.
En este sentido, los investigadores opinaron que es tiempo de que todos en conjunto, asumamos responsabilidad y autoridad ante esta situación, ya que la participación activa de la sociedad, informada y rigurosa, permitirá la construcción de una nueva cultura del agua, donde se reconozcan las verdaderas necesidades humanas y se modifiquen los criterios de calidad de vida, para construir una cultura ética-estética, sin desperdicios, equitativa, funcional y feliz, es decir, una cultura del agua y la vida.